miércoles, 16 de diciembre de 2009

Rompiendo las leyes de este circo- garabateaba agujeros

Garabateaba agujeros
que no se cargan
y pensaba adentro
que no hay costurera
para los desamores
ni para, que emparche,
mis dolores
tan palpables y gruesos.
Fino, el silbido
me apunta, mi amigo
estruendoso, empachado
y contenido,
en trance sin cárcel
mordiendo los pastos
en los que resumía
carencias de carne
y aún nos sonreía
escapando invencible
desde sus partes
sin entregar enemigos.
Y que tira más,
el arroz con leche
o la polenta,
lo místico
o lo racional.
Pescados.
Y peces.
Rompiendo las leyes
de este circo urbano
y las piezas
del rompecabezas
disimulando la pereza
entrañable del sistema.
Ayuno directo
vacío inconciente
afecto funesto,
y temblequeo;
lo que vehemente querías
y ya no, queremos;
angustia desierta,
revuelta que encierra
babeando desde la boca
todo el vaquero
en que se precipita el vomito
con los ojos y lagrimas
en la que brota el alma
y la luz desfigura,
cargado con una amargura
invasiva y reseca,
real y abrasiva.
Bailes psicotrópicos
rubicundos
bajo una tenaz lluvia
por el efecto
de los alucinógenos,
un gusanito vibrante
agranda huecos
y transita cantando
interiores de hambre.
Un borde de la personalidad
atractivo
para las construcciones
de tu ego
y un verso pasajero
con su paspafalo moderno.
Escuchando a los jóvenes,
y la revolucionaria productividad
que escondida, les siguen vendiendo
para que sigan siendo sus esclavos
más necesarios,
que bofe,
mi contraste
jugar con las palabras
sin permisos de extraños,
y la pornosis comercial asexuada
en el ocaso
de esta confundida era.

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