miércoles, 19 de octubre de 2011

y esa sorpresa liquida, aniquilando


Un humito
de sonrisas
mejoraba esperanzas
necesitadas
de lazos y sogas
para no volarse
y ser en soledades
las voluntades
escindidas y tan lejanas;
escondida
una pretensión humana
afligida
desaparecía de la historia,
una siluetita
más amiga de las formas
que de la fuerza
desequilibraba,
y desvestía simpatías
insensibles
y discursos de negaciones
con las que petulabas
sin tener las alas
y con una suprema
objetividad
sin vínculos ni medidas;
y el reloj se detenía
para la conciencias despertaban
y a todos nos llegaba el tiempo
de amar sin condicionamientos,
y de eternizar en abstracciones
de antiguas formas
y más absolutas,
que los baños de pájaros
en los charcos sin hondura,
porque
en el barro patinábamos todos
y siempre más, los más pesados
por imposición gravitatoria
al mismo tiempo
solo y acompañado,
y esa sorpresa liquida
aniquilando
las voluntades más turbias
que podía imaginarse
por el buen cine uno;
11 y 11 preciso había sido
porque imponerse no es la onda
sino dialogar
siendo en los ojos de usted,
un entonado asfalto
tenia mas flexibilidad
que la que habitaba en tu ego,
y vos, que sos cruel restando
vos que te crees
dando los pasos tiranos
en los que te caes
todo el tiempo,
si vos, que pretendes
lo que aparenta
en quien te medís
y no podrás conseguir nunca,
la frustración es un estado
que pasa
como pasan las peores cosas
y las traiciones de los más amigos,
si uno elije seguir
por su único camino
que bien distinto es
de ser único en el, mi compadre,
vos que siempre plantas las plantas
y nunca percibís las flores
ni sus olores,
vos que festejas el otoño
y las caídas, negando
el ritmo que siempre te mueve
aunque te de tanto trabajo,
vos que partís sonrisas
con la mala onda hablada
y ese maniqueísmo
tan pasado de moda,
y siempre
lo que te molesta de mi
es la proyección de vos
y de tus barditos
en mis ojos,
y como acá subjetivarte era
como fabricarte las dagas
que nos entraban
hasta el fondo
compañero,
amigo la idea era
empujar juntos
reconociéndonos
en la misma dualidad,
era remar buscando la sincronía
de la construcción colectiva
para no dar vueltas
circulando la nada
que tanto se parece
a la inutilidad;
distinto de pararse en el ombligo
y mirarse de afuera,
un compromiso partido
con los demás,
que se volvía el deber
de uno, de su plena conciencia
y responsabilidad
con la historia
y con su historia.